viernes, 30 de diciembre de 2011

En un momento.

En la noche un suspiro
y en la boca un secreto
que guarda el alma quieta
jugando con los sueños.

Callando al tiempo
con sonidos musitados de antaño
a lomos del viento
que se escarcha con dolor en el invierno.

¡ No llega ya el estío
 a mi corazón muerto!

Un año más.

Feliz año nuevo!! No me gusta mucho cumplir con el tópico de decir que cumplo con el tópico, pero bueno, en estas fechas tan señaladas, creo que debo hacer el esfuerzo. Un año nuevo tenemos por delante para ponerle ilusión a todas las cosas que se nos presenten, para ser más fuertes, más felices, aunque no hace falta que llegue el 31 de diciembre para plantearnos todo esto, puede ser un punto de inflexión.
Que el año nuevo nos traiga, salud, amor, mucho trabajo, esperanza y fuerza. Un fuerte abrazo a todos los que me leéis y mis mejores deseos. Eva.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Los cuatro elementos.


Me gusta teorizar sobre las cosas comunes.  Los humanos, esta rara especie que somos, solemos hacerlo a menudo. Nuestro cerebro,  que nos distingue de otros animales, nos hace plantearnos y analizar, para bien y para mal, las cosas más cotidianas. Esto no está exento de problemas; tal vez  pensamos de más y nos dejamos llevar poco. En mi caso, esta tendencia analítica se agudiza bastante; tengo teorías para casi todo, no puedo evitarlo y he de decir que me gusta hacerlo, aunque no me valga para mucho: la mayoría de las veces, puedo explicar, con enrevesados argumentos, algunas cuestiones,  no obstante, esto no me lleva a solucionar los problemas que estas cuestiones me pueden acarrear. Sólo me vale para aburrir a propios y extraños con mil explicaciones, sin ningún peso científico de cómo veo yo el mundo. Todos lo hacemos o ¿no? El caso es que hoy me toca exponer una de estas teorías. Y sí, otra vez va del amor… ¡mira que no me gusta  ser típica  y cumplir con los tópicos! O sea, que en mi defensa diré que es un tema universal que inunda todas las cosas y sí, vale, está bien, es un recurso sencillo con mucha miga. Pues bien, yo pienso que el amor está compuesto de cuatro elementos: alma, corazón, cuerpo y razón. Cuando nos enamoramos de alguien están presentes, en un porcentaje diferente,  cada uno de estos elementos y según la etapa de la vida en la que estemos, unos pesan más que otros. Todos tenemos una proporción ideal de estos elementos, el amor perfecto (que no existe) no tiene por qué ser un 25% de cada. Según lo que busquemos, lo que nos complemente, para cada cual, tendrá más peso específico unas cosas u otras;  Se puede querer de igual manera con cada uno de los elementos, ninguno tiene más cualidad de amor, es decir, querer con el alma no es menos importante que con el corazón, la razón o el cuerpo. Porque todos los elementos son importantes: Alma, es cuando compartes con alguien gustos, aficiones, maneras de ver el mundo, cuando os emocionan las mismas cosas, cuando la otra persona no necesita decirte nada porque tú ya sabes lo que va a decir y viceversa, cuando te conocen tanto que todo es sencillo. Este tipo de amor es muy típico de los amigos y la familia. Corazón, quizás, es lo que todos entendemos enseguida por amor, sentir que quieres tener a alguien cerca,  que no le pase nada, preocuparte por si está feliz y tú eres capaz de hacerle feliz, típico del amor romántico. Cuerpo, en fin… evidente, deseo sexual, atracción física, hormonas revueltas, propio de los amantes. Razón, saber que alguien te conviene,  que no te va a dar problemas, si queréis, más egoísta que los demás elementos, más interesado, no seamos  demasiado idealistas, también tiene su peso, queramos o no.
Bien, los elementos están íntimamente relacionados, siempre, aunque tenga más peso algunos elementos, tiene que haber algo de los otros. Cuando se quiere con el alma, por ahí anda también el corazón.  Pero aquí vienen los problemas.  A veces, según cómo seamos, le damos más relevancia a unos porcentajes que a otros. Puede pasar que queramos mucho alguien con el corazón y sin embargo, tener muy poco de alma, es decir no compartir nada con esa persona, tener aficiones diferentes, llevaros, incluso mal y no comprenderos, y, aún así, no poder evitar sentir un irremediable corazón hacia él o ella. O puede pasar que tú razón te diga a voces: - esta persona no te conviene- por cualquier razón, valga la redundancia, que no encaje con tus preceptos. En fin, miles de combinaciones posibles de estos cuatro elementos que nos pueden complicar la vida amorosa, o peor, que tú sientas un equilibrio total de amor de estos elementos  por una persona y que el susodicho o susodicha sienta por ti un equilibrio totalmente diferente, por ejemplo, algo de alma, un poquito de corazón, un pellizco de razón y un total de cuerpo, o al revés. O que ambos amores estés bien equilibrados en proporciones distintas. Y es que, es muy, muy difícil encontrar a alguien para depositar tu equilibrio ideal de porcentajes y si le encuentras, afortunado seas, más difícil será aún que ambos equilibrios estén igualados en el mismo sentido. De ahí que el amor nos dé tantos disgustos, todos somos distintos y hacemos nuestras receta de manera diferente. Para mí, cuanto más se acerquen estas fórmulas, mejor será una relación. Tendremos que ir sopesando con el paso del tiempo y el conocimiento mutuo, estas operaciones que hacemos de manera inconsciente. Con el paso del tiempo pueden ir cambiando los porcentajes y indiscutiblemente, hay que trabajar para poner la balanza en un lugar concreto y el trabajo debe ser conjunto. Difícil, ¿verdad? Podemos encontrar trabas en cada uno de los elementos que componen la temática del amor, no sólo en el porcentaje y sus medidas, su reparto, también en que el otro no aporte al trabajo conjunto del equilibrio lo mismo que tú, que sus porcentajes no hayan cambiado con el paso del tiempo o que simplemente, no sepa o no quiera equilibrarse contigo. O puede pasar que, de repente, tu fórmula se vaya al carajo y se desencaje así de pronto. Se puede explicar también con esta estúpida teoría mía, como, por ejemplo, se pueden querer varias personas a la vez, sí, sí, a varias,  algunos no estaréis de acuerdo, lógico, está sociedad nos impone un único camino bueno de hacer las cosas y estamos dominados por las normas y maneras protocolarias y socialmente aceptadas de actuar, pero eso no quiere decir que no pase, y de hecho, pasa. Puedes querer a alguien un 30% de alma, un 50% de corazón, un 10% de cuerpo y un 10% de razón y a otra persona, un 10% de alma, un 40% de corazón, 40% de cuerpo y un 10% de razón y los dos son amor, como digo para mí, no existe un equilibrio ideal universal para todo el mundo, cada uno tiene su propio equilibrio. Así, tú decides qué te pesa más, si el alma, el cuerpo, el corazón o la razón y eliges en consecuencia y te esfuerzas para llegar a tu propia armonía.  Y siguiendo con las explicaciones, las rupturas serían, o bien, un cambio de porcentajes que no te encaja nada en tu divina proporción, dado por el tiempo, por el aburrimiento, o por mil circunstancias varias, o bien, un cambio de interés, aun conservando los porcentajes que te llevaron a estar con esa persona, en el peso específico de algún elemento. El 80% de cuerpo que antes de llevó a idolatrar a alguien, ahora no tiene tanto valor, y sin dejar de ser ese 80% empiezas a necesitar más porcentaje en otros elementos. Lo malo es que, cuando una relación acaba, los porcentajes no desaparecen y el contador se queda a cero. A veces sí, (muy pocas), otras, van disminuyendo con el tiempo y otras, permanecen siempre, aunque ya para uno no tengan el mismo valor y no le des apenas importancia, ahí están, lo que ocurre es que andas atareada con otras sumas, restas y multiplicaciones más interesantes. De todas formas, como somos terriblemente inestables, corremos el riesgo de caer una y mil veces en operaciones que ya hemos probado y que no nos fueron idóneas y con toda seguridad, repetiremos matemáticas una vez más en nuestro afán de buscar la ponderación perfecta.
Todos sabemos de esto un rato, y todos, siguiendo con mi metáfora, podríamos hacer un compendio pitagórico sobre nuestras relaciones. Lástima que el amor no sea una ciencia pura, lástima que no podamos llevar una calculadora y un libro de cuentas para sacar la cifra más idónea. Bueno, lástima no, es una manera irónica de hablar, afortunadamente no somos matemáticos expertos y podemos llorar, equivocarnos, caernos, levantarnos, regocijarnos, maldecir, algunas veces, aprender y sobre todo, amar sin tantos números y fórmulas de por medio, esto es sólo una teoría liosa y liante de las mías,  que no me ha solucionado nada,  por eso, aquí sigo, intentando proporcionar mis elementos.