miércoles, 7 de septiembre de 2011

Generalmente...


Sé que un mundo tan grande es difícil hablar de individualidades. También sé, que el ser humano tiende a agruparse con sus iguales, a reunirse por similitudes que le hacen sentirse menos sólo, más entendido, más seguro. Guetos, asociaciones, colectivos, agrupaciones, nacionalidades, partidos políticos… no son otra cosa que una manera de tipificar, entre tanta diversidad, a las personas que lo forman. Es normal, lógico, natural y muy humano buscar en el otro aquello que lo identifica como parte de un algo más global, más grande que la insignificancia de un solo ser en la marabunta de un planeta tan poblado. Y está bien, todos nos sentimos a gusto y reconfortados en los grupos a los que pertenecemos, es sano, positivo y ventajoso para multitud de circunstancias que, como seres individuales, nos costarían más resolver solos. No obstante, para mí, esto de hacer agrupaciones tiene un problema que, en estos tiempos que corren, se ha agudizado considerablemente: las generalidades. Cuando nos expresamos, tendemos a simplificar nuestros argumentos utilizando las generalidades; entiendo que forman parte de nuestra manera de ver el mundo y que, evidentemente, hablar de cada ser es mucho más difícil que meterlos a todos en el mismo paquete. Como medio de expresión es, sin duda un recurso, pero el problema está, en que de tanto utilizarlo, hemos hecho de estas verdades universales indiscutibles. “Los de izquierdas son, los de derechas son, los inmigrantes son, los catalanes, extremeños, andaluces, canarios, gallegos son, los hombres son, las mujeres son”… y al lado de cada sustantivo, una lista de adjetivos que todos podríamos rellenar sin inmutarnos. Es cierto que algunas características de los grupos a los que nos vemos unidos pueden definir, de alguna manera, algunas circunstancias de nuestra personalidad;  crecer en un sitio y no otro, nos aporta una idiosincrasia propia que nos clasifica, practicar una determinada religión, nos dota de algunos aspectos que no nos aportaría cualquier otra… aún así, entre tanta diferencia, sería demasiado sencillo englobar todo, en tanta generalidad.  Sabemos, que entre nuestros comunes, hay mucha disparidad individual. Por eso, no puede entender la manía de sentenciar una opinión acerca del otro por el grupo o grupos a los que pertenece. Por poner un ejemplo, nos han dicho, hemos escuchado, que los alemanes son secos, cuadriculados y fríos en el trato y resulta que no conocemos a ningún alemán, pero resulta que alguien,  si un día, nos preguntara sobre ellos, seríamos capaces de afirmar, con toda la seguridad del mundo, que los alemanes son secos, cuadriculados y fríos en el trato, como si tuviera más peso una opinión general de otra persona, que la opinión que pudiéramos sacar, aún así sesgada, conociendo a algún germano o habiendo visitado Alemania. Y al igual que con este ejemplo, pasaría con cualquier otro. Me parece demasiado peligroso que no seamos capaces de entender que el uso de la generalidad sirve para darnos un pequeña idea de lo que nos puede llegar a definir como humanidad, sin embargo, no podemos dejarnos llevar por estos simples argumentos para hacernos sabedores de cualquier cultura, religión, elección sexual,  ideas políticas o género. Es muy peligroso porque nos hace ignorantes de la maravillosa multitud que puebla nuestro mundo, nos hace vagos a la hora de intentar acercarnos a nuestros diferentes porque ya les asumimos señas que tal vez, así, a priori, no nos gusten y puede que, nos estemos perdiendo la oportunidad de conocer alguien maravilloso. Todos ponemos etiquetas y, a menudo, todos odiamos que nos la pongan a nosotros. Pero igual, seguimos definiendo a la gente de la manera más fácil, sin considerar, que ante todo y que, pese a la infinidad de iguales que podamos tener, por encima de cualquier otra cosa, somos personas. Seré muy ilusa e idealista creyendo en que si todos pudiéramos mirar un poquito más allá de tantas etiquetas, el mundo sería mejor, menos complicado, sin tanto problema de comunicación, de soledades, de injusticias y seguramente, soy muy ilusa al creerlo así;  en seguida, vuelvo a la realidad de estos días y me encuentro  rodeada de un montón de gente en mi rutina que no dudan en marcar y estigmatizar a las personas y con las que, desafortunadamente, no puedes discutir, porque en sus cabezas, han hecho estos estigmas, dogmas de fe, verdades rotundas, y tal vez, una defensa ante tanta contrariedad que les sirve para no esforzarse, para estar preparados por si resultaran heridos. Espero de verdad que entendamos de una vez, que no podemos, aunque tengamos rasgos comunes con nuestros semejantes, conocer  a alguien sin conocerla de verdad, por mucho que podamos saber o haber escuchado de las características propias de su procedencia, religión, etc., etc.… y espero también, que no toméis mi escrito como una verdad universal irrefutable, es sólo una opinión y creo que, además, estoy generalizando demasiado.

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