domingo, 11 de septiembre de 2011

LLegar hasta el cielo.

     Si pudiera volar hasta el cielo, hasta lo más alto del cielo y apenas rozarte con las yemas de mis dedos; si pudiera acercarme hasta el sol sin que Dédalo me obligara a usar alas de cera, si pudiera, si quiera, contemplar por un segundo tu presencia…si lo consiguiera, miraría abajo y podría, tal vez, comprender por qué tanto dolor, tanto odio, tanta pena, por qué hay miles de bocas hambrientas, por qué hay desamor, niños abandonados en la calles, gente que se muere en soledad ; comprendería , tal vez, los celos, la envidia, la prepotencia, las mentiras, la venganza, la tiranía y la soberbia…
pero no puedo volar, no sé llegar hasta ti, mis alas se han quebrado tantas veces, tantas veces he caído vencida por el cansancio, rendida por mi propia rebeldía, que ya no me quedan fuerzas. Me resigno al mundo en el que vivo… miro por mi ventana, entra una brisa llena de esperanza y, a fuera, veo niños jugando, personas que se aman y pasean entrelazando sus manos, una puesta de sol, una sonrisa, un helado, una buena canción, una caricia, y así, contemplando el mundo en el que vivo, comprendo por fin, que no necesito llegar hasta el sol, porque a pesar de tanto dolor, siempre hay belleza. Comprendo, que, como yo, habrá muchos que quieren llegar al sol, a tocar el cielo, que buscan, intentando encontrar una respuesta. Tanto ellos como yo, somos tan sólo uno más, capaces de dar lo mejor de nosotros en un beso, de ofrecerle al otro una palabra amable, un gesto de reconciliación y, sin embargo, también somos capaces de odiar, de hacer sufrir , de deshacer lo bueno que ofrecemos un día, con tan sólo, una palabra de enemistad. No depende del cielo ni de sol, que cada uno de nosotros veamos la belleza que nos inunda, que nos contagiemos de paz, que contemplemos la curiosa mezcla que somos, y comprendamos, que sólo nosotros, somos responsables, de intentar poner esperanza en nuestra tierra.

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